sábado, 21 de agosto de 2010

Cicloturismo por Ancasti, Los Altos y Sta Rosa

"La vida es como andar en bicicleta. Para mantenerte en equilibrio tienes que seguir moviéndote."
Lo dijo Albert Eiustein,(14 de marzo de 1879 - 18 de abril de 1955), uno de los científicos más notables de la historia. Nadie ignora el aporte al conocimiento de la humanidad aportado por éste grandioso sabio. Con la misma sabiduría nos regalaba estas frases de la vida misma.

El sábado 2 de Febrero partimos junto a un gran amigo, Nestor Cruz ( en su debut cicloturístico), hacia el este catamarqueño, allende las sierras de Ancasti. Este destino lo elegimos a último momento dado que nuestro trayecto original estaba pensado en la puna y desiertos del oeste. Los pocos promisorios informes de las devastadoras consecuencias de las crecidas estivales y los desfavorables pronósticos al respecto hicieron reviéramos el circuito. Es así, que ese sábado en el calor de la siesta del valle, emprendimos rumbo hacia la Cuesta del Portezuelo, nuestro primer escollo a superar y la prueba para saber  si estábamos realmente preparados para esta exigente empresa.
Cerca de las 20.00 hs llegamos a la cumbre del Ancasti, después de dejar buena parte de nuestras energías y temple en esa oración de pedaleo lento y constante que es subir esos 1200 mts de desnivel en un caracol sin fin de 17 kms, y que en "sensación kms recorridos" son como 100. Preparamos nuestra exquisita cena, y la suite del hotel mil estrellas que nos cobijaría esa noche.
El descanso nocturno renovó nuestra energías y junto con el astro rey seguimos nuestro derrotero. Nuestro próximo objetivo, llegar al paraje Nana Huasi, donde nos reuniríamos a varios amigos de la Agrupación de Montaña Calchaquí, que pasaban allí un fin de semana de campo festejando los logros en alta montaña de la temporada. Después de unos ricos y espumosos mates, un mejor locro y charlas amenas; tipo 15 hs decidimos seguir nuestro camino. Rumbo sur por sobre la cumbre hasta el paraje El Comedero, donde en un solitario quiosco en el medio de la nada, nos refrescamos con un riquísima gaseosa. Con ese plus de glucosa desandamos el resto del camino hasta Amana, donde nos refugiamos en la escuela por este tiempo desabitada. La noche, segunda ya, llegó regalándonos un cielo diáfano y con mil dibujos de estrellas. Mi compañero, esa noche contó como 15 satélites, a esta altura era uno de sus fallidos trucos para conciliar el sueño.
La tercera jornada comenzó con un recorrido por unos kilómetros de bosque serrano a través de una huella  que lo serpentea regalando a cada vuelta de pedal vistas y paisajes alucinantes. Variada flora y fauna dan un toque único al lugar. La pendiente y el terreno invitan a rodar muy veloz, pero sería un pecado tan siquiera superar los 10 kms/hr y perderse semejante espectáculo.
Esta huella nos depositaría en el pueblito de San Francisco. Desde allí, cuentecilla de por medio rumbeamos hasta Icaño, portal del este catamarqueño. Llegamos antes del mediodía, y luego de reaprovisionarnos en la despensa del pueblo y reponer energías con un rico almuerzo en un comedor, decidimos seguir escapándole al viento y el calor que ya nos agobiaba. El tramo siguiente fue de lo mas duro que nos había tocado debido al fuerte viento en contra y a lo arenoso del terreno. Pasamos por Baviano, y rumbeamos hacia Ancastillo, ya en subida nuevamente y con terreno mas firme lo que fue una bendición, también la vegetación comenzaba otra vez a cerrarse y el sol a caer sobre el horizonte, lo que suelo llamar "la hora mágica" en la que pedalear es siempre un gran placer. Sin embargo, cuando todo pintaba para unas largas dos horas mágicas largas de pedaleo, un pequeño accidente que le ocurre a mi compañero nos hace cambiar de planes y buscar el refugio mas cercano. Una basura, un insecto, algo.. había entrado en su ojo derecho que le dificultaba mucho poder mantener los ojos abiertos. Visto el cuadro de situación y mi nula habilidad para esos enseres, decidimos que lo mejor era el reposo y que la madre natura actuara por su cuenta; sabido es que ante un cuerpo extraño nuestro organismo arbitra los medios necesarios para expulsarlo.
La noche cayó implacable. Cenamos y a nuestras cuchas. Mi compañero a contar estrellas, ovejas, satélites algo que reemplazara los canales deportivos del cable y que le hiciera conciliar el sueño. Supongo habrá estado en esos menesteres cuando me despierta a la voz de: "Policía..", levanto apenas mi cabeza y compruebo que efectivamente una camioneta de la fuerza pública estaba estacionada frente nuestro y descendiendo de ella cuatro uniformados pertrechados con linternas y sus fusiles. En ese instante cometo el error de incorporarme bruscamente lo que asustó a los policías que rápidamente levantaron armas y remontaron las mismas. Qué momento! aunque creo que ellos estaban mas asustados que nosotros. Siguió todo un interrogatorio, averiguación de identidades, revisión de equipo y finalmente  emprendieron regreso a la localidad de Ancasti, mas de 50 kms de donde estábamos. Pasado este incidente volvimos  intentar conciliar el sueño.
La cuarta jornada nos desayunaría con una subida sin descanso. Nuestro siguiente próximo destino seria Infanzón, al que llegamos al mediodía pasando antes por Concepción y El Mojón, dos hermosos parajes; en este último con un hermoso río bastante caudaloso y que nos sirvió para refrescar nuestros acalorados cuerpecillos. En a plaza del pueblo hicimos una pequeña siesta, sin embargo decidimos abortar el descanso debido a la intensidad del calor, por lo que salimos en busca del siguiente río que sabíamos estaba a escasos 5 kms. Otra vez en la inercia del pedaleo, llegamos al río, donde después de refrescarnos empezamos a encarar unas durísima cuesta que nos depositaria en Vilizman; un muy pintoresco y apacible pueblo. Muy pulcro y colorido; con sus calles cuidadosamente arregladas, los postes y árboles pintados de blanco hasta la altura de un metro aproximadamente. Era un buen momento y lugar para anticipar nuestra cena, unas "alpargatas" de pan francés y mortadela más una gaseosa bien fresca fue nuestro menú. Nos quedaba un par de horas de buena luz, "horas mágicas", así que seguimos dándole al pedal hasta el río Grande, a la orilla del cual hicimos campamento. Después de bañarnos un rato y luego de limpiar un poco nuestras fieles bicis, Néstor, a contar satélites.. yo a sumergirme en profundo sueño...
"De acá tienen, primero un repecho, de ahi una bajadita.. luego otro repecho.. otra bajadita... y después... mmm -pasando su mano por la frente- después un repechito mmm... qué repechito!" , nos indicaba un baquiano. A partir de ese momento mi mente solo pensaba en ese último "repechito" que nos había anunciado el hombre enfrentaríamos antes de llegar a Tintigasta. En mi interior fuí contando los repechitos... uno... dos.. y acá se viene el bravo... y allá vamos.. uf! salimos!. Tintigasta. Bien!... ahora si, asfalto y descenso.. Guayamba, hermosa y aún con muchos turistas santiagueños; luego El Alto. Todavía era mitad de mañana, compramos algunas frutas, repusimos glucosa a nuestros músculos, y encaramos por el viejo camino a Alijilan. En mi memoria registraba de cuando hice este recorrido al revés que había una cuesta y que esa cuesta nos tocaba solo en bajada, lo grave fué que parece mi memoria no había registrado el tramo fácil que ahora pasaba a ser el difícil; una cuesta de unos 10 kms también  en este sentido, luego una meseta y a lo lejos un camino que vemos asciende casi verticalmente. Nos miramos entre ambos como diciéndonos: vos ves lo que yo veo?? y si.. veíamos lo mismo. En ese momento pensé que por primera vez en el recorrido, a pesar de las innumerables cuestas que cruzamos, que la montaña nos mandaría pie a tierra.  Cuando llegamos al pie de esa recta que ascendía derechito la loma del frente, paramos un par de minutos para tomar la fuerza y el coraje de encararla sentados en nuestras cabras. "Nada es imposible" como dice la publicidad de una reconocida marca deportiva, solo que en gringo. Y efectivamente nada es imposible, es tan maravilloso nuestro medio de transporte, que a fuerza de temple, paciencia, voluntad y transmisión  supera cualquier obstáculo. La recompensa vendría en el viejo trazado de la cuesta de Alijilan. Ahora sí en vertiginoso descenso por la calza bastante rota debido a la lluvia y el abandono de ese camino. El cansancio ya hacia mella en nuestro ánimo. En el bajo el calor se hacia sentir mucho más, demasiado. Buscamos un lugar donde almorzar. Luego la orilla de un canal sirvió para llegar a la conclusión que andando se sufría menos que parados allí sin hacer nada, asi que seguimos camino hasta Los Altos, todo por ruta de asfalto y con un molestisimo viento en contra. Allí compramos algunos enseres e hicimos una parada técnica a los fines de limpiar y lubricar nuestras bicis, de ese modo pasabamos mejor el tiempo, haciendo que el calor y la molestia de los innumerables camiones que transitaban la ruta, pasara a segundo plano.
Una vez relucientes nuestras cadenas, seguimos viaje hasta el dique de Sumampa por el camino interno, carente de tráfico y el caluroso y tedioso asfalto. Era otra vez, la "hora mágica". Llegamos al dique admirándolo desde todos sus orillas, lo rodeamos y nos encaminamos hacia la localidad de La Viña, donde planificamos pernoctar.
Ultima jornada. Mi espíritu era invadido por oleadas de nostalgias  de este viaje que no habiendo terminado aún, el solo hecho de saber que este era el último día, hacía que sintiera que ya lo añoraba. Esa noche comenzó a soplar un viento muy fuerte que al amanecer había redoblado fuerzas. Salimos rumbo al viejo trazado de la cuesta del Totoral, que transita por las entrañas misma de la selva de Las Yungas, con exuberante vegetación y humedad. El piso era un rotoso asfalto, partido y en sectores hasta levantado, con la selva ganándole terrenos a ambos lados, lo que lo convierte en casi una senda asfaltada. A la altura del paraje El Durazno comenzaron a caer las primeras gotas de lo que mas arriba se convierto en una lluvia copiosa acompañada del viento que persistía y que ocasionaba que las gotas en nuestros rostros se sintieran como agujas clavándose. El ascenso se hizo duro, pero lo disfrutábamos sabiendo que era el último de nuestro recorrido. Totalmente empapados comenzamos el descenso también por el viejo trazado hasta el camping Los Túneles, donde presurosos después de las fotos de rigor, procedimos a ponernos la ropa seca. Don Miguel, el encargado del camping, con mucha amabilidad aumento las raciones del guiso que preparaba para su almuerzo. Fue uno de los guisos mas exquisitos que comí en mi vida, casi como los de la "Negra" de Poman (mi amada madre).
60 kms nos separaban de nuestra meta. A las 15.00 hs, decidimos que la hora había llegado. Normalmente el viento y la pendiente a favor nos trae rápidamente a la ciudad capital; pero el viento esta vez se empecinó en seguir haciéndonos fuerza como si no quisiera que terminemos el viaje.. un ratito mas, nos pedía. Regresamos también por el viejo camino a La Merced, que, con viento en contra y lo arenoso del terreno nos consumía nuestras últimas fuerzas. A nuestra vista teníamos la cuesta del Portezuelo por donde había empezado nuestra aventura, y casi que nos costaba creer que la  ascendimos con nuestras cabras cargadas como estaban.
Finalmente encaramos la última recta que nos depositaria en el lugar clásico de las fotos, el monumento Al Indio en Villa Dolores. Allí casualmente encontramos a Esteban y a Gastón dos amigos Leones. Difícil de responder a las preguntas y requisitorias acerca de como nos fue, era demasiado pronto y demasiadas cosas para resumirlas. "Nos fue muy bien".. que más podíamos decirles.
"La vida es como andar en bicicleta. Para mantenerte en equilibrio tienes que seguir moviéndote."  dijo Eistein.
 
  Para vivir en equilibrio, súbete  a tu bicicleta.


 

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